CAPÍTULOS DE 'ANGELI'

CAPÍTULO I

CAPÍTULO I
¡ÁNGELES DEL SEÑOR, BENDECID AL SEÑOR!

El Antiguo Testamento presenta frecuentemente a Dios como un soberano, acompañado por un ejército celestial a él subordinado que realza el esplendor de su majestad, está a su disposición para ejecutar sus órdenes, y establece un vínculo de comunicación entre el cielo y la tierra. En esta corte de servidores se hallan los querubines, que sostienen el trono divino, y también los serafines, que cantan su gloria.

CAPÍTULO II
LOS ÁNGELES LE SERVÍAN

Este capítulo está dedicado a los ángeles cuya presencia y tarea se muestran estrechamente vinculadas a la vida terrena de Cristo, según los relatos evangélicos. Gabriel aparece en el evangelio lucano anunciando a la Virgen María la buena nueva de su maternidad divina en el instante sublime de la encarnación del Verbo.

CAPÍTULO III
SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR

Contemplamos aquí a los ángeles en la vida de la Iglesia y de los fieles, así como en la existencia humana. Se destaca especialmente su presencia en la liturgia, en la que el cielo y la tierra se funden en una misma adoración y alabanza al Dios trinitario, se implora su intercesión, y se celebra su memoria a lo largo del año litúrgico.

CAPÍTULO IV
ÁNGELES Y DEMONIOS

Este capítulo nos hace volver la vista a otros ángeles que eligieron libremente rechazar radical e irrevocablemente a Dios y su Reino, saben que están condenados para siempre, actúan en el mundo por hostilidad hacia Dios, atacan a los hombres incitándoles a pecar, y acechan a los cristianos para que abandonen su fe o actúen contra ella, oponiéndose así al plan divino de salvación.

CAPÍTULO V
LA NUEVA JERUSALÉN

Finalizamos la muestra con imágenes de la Jerusalén celeste. Con su representación se nos ofrece un mensaje de despedida. Los cielos nuevos y la tierra nueva son una buena noticia, que llena de esperanza el corazón del hombre: creado, redimido y santificado gracias al amor del Dios trinitario, está invitado a participar eternamente de su gloria. Su patria es el cielo y su destino es encontrarse cara a cara con Dios y disfrutar de su amor. La plenitud de la salvación y la consumación de la obra de Dios será que sus criaturas, los hombres, justificados por la muerte y la resurrección de Cristo, y los ángeles, objeto de su complacencia, vivan eternamente en su compañía.